Si bien hasta el momento nos hemos centrado en la explicación del
funcionamiento de los mercados como si fuesen todos iguales, es momento
de introducir un mayor realismo a nuestro enfoque teórico admitiendo la
existencia de diversas clases de mercados. La teoría económica clasifica los
mercados de acuerdo con su estructura, y esta depende principalmente de
la cantidad de oferentes y demandantes, además de otros factores.
Se llama estructuras de mercado a las diferentes formas que puede
adoptar la competencia. Se diferencian por el número y tamaño de los productores y consumidores en el mercado, el tipo de bienes y servicios que se
comercian, y el grado de transparencia de la información. También son
relevantes las barreras de entrada o salida; en la competencia perfecta no
existen barreras, mientras que en la competencia imperfecta, sí.
En un principio, consideremos el caso de un mercado donde existe un
solo oferente de un bien. Esto puede darse cuando se produce una innovación y aparece el oferente de un bien nuevo en el mercado. Estamos,
entonces, en presencia de un monopolio. Debido a la ausencia de una competencia directa, el monopolista puede procurar precios relativamente más
altos que en una situación competitiva. Puede estructurar su oferta, por ejemplo restringiéndola, comparada con una situación competitiva. De tal
manera, al enfrentar una demanda dada con una menor oferta, el precio de
venta de equilibrio será mayor, y obtendrá un beneficio monopólico
mayor. Mientras que los consumidores deberán pagar un precio más alto,
comparado con la situación donde existen otros competidores.
Esta capacidad del monopolista se ve a la vez limitada por ciertos factores. Por un lado, la existencia de competidores potenciales que puedan
entrar al mercado para aprovechar precios altos. Otro aspecto que debe
tener en cuenta el monopolista es que los consumidores siempre tienen la
posibilidad de optar por comprar otros bienes que satisfacen sus necesidades de modo similar (bienes sustitutivos). Sin embargo, los consumidores
no siempre consideran que un producto puede ser reemplazado por otro,
de modo que este proceso de mercado tiene un efecto limitado. Cuando
existe libre comercio con el exterior, el consumidor tiene, además, la posibilidad de sustituir bienes nacionales por bienes extranjeros.
La situación cambia en el momento en que otras empresas inician la
producción. Un grupo pequeño de oferentes forma un oligopolio. En este
tipo de mercado, por contraste con el monopolio y la competencia perfecta, el proceso de mercado se resuelve a través de juegos estratégicos
entre los participantes. Cada acción de un oferente, por ejemplo una baja
de precios u otras mejoras de la oferta, tiene un impacto tan fuerte sobre el
éxito de los otros pocos competidores que impulsa una reacción inmediata.
Esta situación se da, por ejemplo, en mercados como el automotriz, las
bebidas gaseosas, etc.
La existencia de pocos competidores en el oligopolio y su característico comportamiento estratégico puede dar lugar a la existencia de
acuerdos de precios. Estos acuerdos se denominan colusión, que puede ser
tácita o abierta. Una colusión abierta se denomina cártel, como por
ejemplo la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). En
estos casos, los competidores se reúnen para regular la producción de tal
modo de regular los precios. La influencia de estos acuerdos sobre los
precios y el mercado nunca es completa, pero ejercen una influencia importante. Como limitan la competencia en el mercado, son supervisados, y en ciertos casos sancionados, por las políticas de defensa de la
competencia.
Si, por el contrario, el número de oferentes en un mercado es muy alto,
las decisiones de una empresa individual casi no afectan los resultados ge -
ne rales. Esta situación se denomina polipolio y tiene dos formas básicas, la
competencia perfecta y la competencia monopolística.
En la competencia monopolística existe un gran número de oferentes
y demandantes, existen pocas barreras de entrada o salida y no existe un
control total sobre el precio del bien o servicio. Sin embargo, el producto es
diferenciado (a veces debido a las marcas o la publicidad), por lo que se
produce un cierto grado de control sobre el precio por parte del oferente.
Los ejemplos típicos de este tipo de forma de mercado son los restaurantes,
los negocios de vestimenta, calzado, etc.
La situación de competencia perfecta se da cuando ningún comprador
o vendedor tiene poder de mercado, es decir que no tienen ningún margen
de influencia sobre el precio. Las características de los mercados de competencia perfecta son la existencia de gran cantidad de oferentes y demandantes, un producto homogéneo (es decir que no se diferencian entre sí), y
de información perfecta. Dado que las condiciones para la existencia de la
competencia perfecta son tan estrictas, existen pocos ejemplos, como los
mercados de bienes agrícolas o materias primas (denominados generalmente commodities, en referencia a su homogeneidad de características).
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